Se había ido, al principio, pero yo me lo traje, cargándolo sobre la espalda, cargándolo como lo haría con cualquiera de los dos.
Así me lo traje, vaya, llorando, suplicándole que se levantara, que creciera a la brevedad; mas no, no me escuchaba, no me quería escuchar, hasta que le dije lo que ocurrió.
Llegaron en la mañana, le susurré, muy temprano, y fue cuando los vientos hicieron lo demás.
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