La plaza de Puerto Santo (1961), de Luisa Josefina
Hernández. Ubicada en un pueblo de provincia donde el tiempo pasa muy lentamente, y donde la gente se desespera por lo mismo (y comete locuras), la historia de
La plaza de Puerto Santo es la historia, en pequeño, de nuestro país hace algunos
ayeres. Picaresca y entretenida (y con escasas
pretensiones de índole formal, digamos), esta
noveleta refiere la
perspectiva de aquellos que no tienen más opción sino la de ver pasar la vida con soberana
indiferencia, y descubrir, justamente, en esa monotonía, el
decurso iterativo de la historia, de la gran historia. Esto, en un sentido integral, se convierte en el
leif motiv de la obra y en el principal logro, pues, como sugiere la autora, el mundo de la provincia
mexicana representa el universo del
aburrimiento, y de la
desesperación.
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