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A leguas se nota que el escritor se siente cómodo con lo que no es cubano, en un sentido integral y postcomunista.
Prieto habla sobre la taiga, sobre las matriuskas, sobre los rodaballos, y bueno, creo que lo hace como el que más. (Un poco como Dostoievski..., como Pushkin..., como Nabokov.)
Pero lo que sí es verdad es que estamos frente a un creador excelso, de rara progenie. Decía: poco insular y más bien estepario, Prieto describe las "posibilidades infinitas", esas fortunas de la expresión que sacuden, que inquietan.
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