lunes, 20 de octubre de 2008

Sombras nada más

El bravucón, dueño de la palabra, y todopoderoso señor de los grandes pensamientos, a veces (es frecuente) habla por hablar y jode por joder. (¡Cosedle la boca y, si se puede, arrancadle las manos!) El bravucón es, cómo negarlo, el mero mero de la esquina, el amigazo de la glotonería mental, el pagado de sí mismo que, dizque, se las sabe de todas todas.
¿Cuando entonces le cantamos "Las golondrinas"? ¿Cuándo entonces le damos pa'el regreso?
(El bravucón, sí señor, es la constatación de que la plebada produce monstruos.)

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