La conciencia de Zeno (1923; 2008), de Italo Svevo. Italo Svevo es un escritor genial, en todos los sentidos. Un escritor canónico, en los términos que lo propone el crítico Harold Bloom: o sea, capaz de angustiar a quien se arroje al ruedo de la interioridad y atrape lo que se cuece en tales profundidades. Baste pensar, en esa dirección, en la imagen que nos brinda del antihéroe Zeno Cosini, para entender que la estampa literaria del yo siempre, o casi siempre, es un galimatías. Igualmente para entender que el pulso vital del(os) espacio(s) sólo se capta cuando el escritor apuesta por la recuperación cabal de los detalles. De ahí que insista en subrayar la idea de que la genialidad de Svevo se evidencia, particularmente, cuando nos propone una tragedia magnífica pero en tono menor: una "comedia metafísica" (Eugenio Montale) que refiere los tormentos del desarrollo individual, cuando estos, al parecer, pasan de largo.
La gran empresa de Svevo, por lo tanto, que se expresa en el presente tratado de la normalidad, consiste en legar una imagen profusa del yo, una imagen cabal, que deniega los efectismos, los sobresaltos y los arranques.
No hay, para Svevo, grandes o pequeñas historias; trascendentales o básicas: el éxito de las mismas —sugiere— depende de la sinceridad con que se narren; de los aspectos que evidencien, al dar fe de la humanidad.
miércoles, 30 de septiembre de 2009
martes, 29 de septiembre de 2009
"...materia esclarecida..." / Libros mexicanos 14
Cuentos mexicanos inolvidables (1994), t. 2, de Edmundo Valadés (antologador). Al decir de muchos, la generosidad de don Edmundo Valadés no tuvo límites —o por lo menos jamás se dio a cuenta gotas, como suele suceder. Y ello, pues, no por otra cosa sino por lo consabido:
1) haber sacrificado una obra personal (muy sugerente, por cierto), en pos de preparar antologías como ésta y
2) haber puesto todos sus empeños en difundir el género literario que menos paga en nuestro país y el cual, paradójicamente, más satisfacciones nos ha brindado: hablo del cuento, género singular y preciso que, en libros como el presente, sintetiza lo mejor de una tradición.
Nobleza obliga, de verdad.
1) haber sacrificado una obra personal (muy sugerente, por cierto), en pos de preparar antologías como ésta y
2) haber puesto todos sus empeños en difundir el género literario que menos paga en nuestro país y el cual, paradójicamente, más satisfacciones nos ha brindado: hablo del cuento, género singular y preciso que, en libros como el presente, sintetiza lo mejor de una tradición.
Nobleza obliga, de verdad.
lunes, 28 de septiembre de 2009
"casa de orates" / Libros del norte 6
"Ojos eran fugitivos" / Cine 40
The Trouble with Harry (1955), Dir. Alfred Hitchcock. El maestro del suspenso se salió con la suya, al realizar este filme: sabedor de que media humanidad le aplaudiría, echó mano del humor negro para contar la historia de un crimen hipotético, del que nadie sabe —nadie supo— cómo sucedió. The Trouble with Harry, de tal modo, le permitió a Hitchcock llevar sus obsesiones temáticas a un nuevo estadio narrativo que, a la vez que refería la plenitud en que se encontraba, evidenciaba aquello de que era capaz.
http://www.youtube.com/watch?v=Xn9JIZWCmfQ
http://www.youtube.com/watch?v=Xn9JIZWCmfQ
"Ojos eran fugitivos" / Cine 39
The Lady from Shanghai (1948), Dir. Orson Welles. Cómo dudarlo: The Lady from Shanghai es uno de los grandes fiascos en la carrera del todoterreno Orson Welles; uno de los más disparatados. Y a pesar de ello —o gracias a ello—, el filme tiene su gracia: la que se vincula con el tono grandilocuente de los diálogos, siempre puestos en boca de personajes alegóricos y acartonados que actúan con determinación. Pues, al final de cuentas, ese es el punto: me refiero al hecho de crear un cine estrambótico, que vigorice la experiencia del espectador; de hacer de la ingenuidad una piedra de toque, capaz de sacar a cualquiera de la insufrible realidad.
Filme que hay que ver, aunque sólo sea para admirar el rostro perfecto de Rita Hayworth: The Lady from Shanghai, definitivamente, es un cine antediluviano que ya no saben hacer.
http://www.youtube.com/watch?v=LvhoeL3Vv-c (Trailer)
http://www.youtube.com/watch?v=JT0BxODHoHQ (Filme completo)
Filme que hay que ver, aunque sólo sea para admirar el rostro perfecto de Rita Hayworth: The Lady from Shanghai, definitivamente, es un cine antediluviano que ya no saben hacer.
http://www.youtube.com/watch?v=LvhoeL3Vv-c (Trailer)
http://www.youtube.com/watch?v=JT0BxODHoHQ (Filme completo)
viernes, 18 de septiembre de 2009
Again and again
No paran; rafagean y ya, a todas horas —¡a todas horas! Y eso que controlan la situación (¿se imaginan si no: si no la controlaran?... ¡Uf!). Y digo otra vez, no paran; y además no se arrepienten, ni se satisfacen. Es como una pulsión, como una pulsión malsana; y ya buscan, por eso, los lugares (los más adecuados); y también los escenarios, los trasfondos. Al fin de cuentas, va, lo que les importa es la acción: sí, rafagear y rafagear; más: rafagear, con toda la gracia del Señor.
jueves, 17 de septiembre de 2009
Abrir la llave
Por fin lo he comprendido, y no lanzo las campanas al vuelo; pero el trabajo llama al trabajo, y la literatura, ¡la literatura! —o algo que se le parece— fluye; fluye.
sábado, 5 de septiembre de 2009
"...materia esclarecida..." / Libros mexicanos 12
Hecho en México (2007), de Lolita Bosch (antologadora). Esta antología buena onda, criticada por muchos, no deja de ser sino una lectura colateral de nuestra "materia esclarecida". Y ello es que Lolita Bosch, quien vivió en México durante algunos años, no se anda por las ramas: su antología, como ella misma lo ha dicho, es la síntesis de una "biblioteca personal" que le explica algunos detalles de este país imaginario. Evidentemente, el que aparezcan textos tan dispares como los de Paquita la del Barrio, con toda su carga de malignidad a cuestas, o que asimismo se incluyan corridos violentos, que hacen del desmadre norteño un referente habitual, resulta bastante morboso y "comercial"; pero lo cierto es que, más allá de lo que se hubiera querido, o deseado, Hecho en México es una embarrada de aquello que les sorprende a quienes descubren en esta geografía un cúmulo de situaciones terribles y anormales. Hecho en México, por ende, es un producto nacional, aunque maquilado en Europa; la segunda parte de un diálogo transatlántico que no se limita a lo canónico, ni muchos a lo que nos han dicho que es el margen. Bien por Lolita, y mal por los excluidos. (Por cierto, ¿saben de algún libro colectivo donde no aparezca la firma del ubicuo Heriberto Yépez?)
Deber ser
Me siguió, y no le dije nada. Me parecía que era lo correcto. Venía desde tres cuadras atrás sin llamar la atención, pero por la manera en que caminaba intuí, al voltear, que me había elegido y que nada podía hacer. Era el destino, pensé, un destino que se me había revelado con anticipación, desde hacía muchos años; incluso, desde antes de tener conciencia de las cosas y saber cómo nos elegían.
Caminé, recuerdo, un poco más, sólo para sentir la emoción; una emoción que me recorría todo el cuerpo y me hacía pensar en que participaba en una suerte de película de "autor", donde yo era el personaje protagónico y los demás, actores secundarios que circulaban a mi alrededor. Decidí detenerme, con todo, o más bien por eso, a la altura de lo que quedaba de Dorians: una tienda en ruinas, en la que la gente compraba, de forma misteriosa, baratijas de saldo.
Al acercarse luego adonde estaba, opté por lo básico: mirarlo a la cara, a los ojos; esa sería la forma en que lo recibiría, me dije: mirándole de frente, sin saber los motivos de la elección, y sin saber, también, qué pasaría conmigo, si me mataría en el acto, a la luz pública, o si me pediría que lo acompañara a algún callejón solitario, para que mi asesinato no llamara la atención. O si, como sabía que había ocurrido, en otros casos, me diría que la elección era parcial, no concluyente, y que por eso me convertiría en su esclavo; un esclavo singular, pues tendría libertad de movimiento y podría hacer de mi vida lo que se me viniera en gana.
Decía, pues, que lo esperé con determinación, listo para ser elegido; no obstante, por una sensación que tuve, y que asimismo me reveló que nada, al final de cuentas, era perenne, supe que mi elección sería distinta a todas las demás; una elección novedosa, si lo planteo así, cuyas posibilidades resultaban infinitas.
—Ya lo sabes, ¿no?... —me dijo, en tono serio—. Esto siempre es así... Uno elige, de modo intuitivo, y lo demás queda en manos de Dios... Pero bueno, te tengo una noticia, que tal vez te pueda interesar... Mira, la verdad es que estoy muy cansado y no tengo ganas de hacer nada, ni siquiera de rezar, o de darte la bendición, como dicta el protocolo...; lo cierto es que debo realizar mi trabajo de forma profesional, y por lo tanto el asunto de la elección se debe resolver ya... Digamos que no tienes salida, que debes ser elegido y se acabó... Mas te comentaba, este día, en particular, estoy muy cansado, y enfadado, por lo que todo va a ser distinto... Resumiendo, no te voy a matar ni aquí ni en ningún lugar secreto; tampoco te voy a convertir en mi esclavo, o en algo que se le parezca... Lo único que tendrás que hacer, pues no puedes escapar de la elección, es comprarme una cajetilla de cigarros de la marca que quieras, y traérmela aquí, en cinco minutos... Eso será todo.
Cuando terminó de hablar, no le dije nada; o más bien, no le quise decir nada. Simplemente hice lo que me pidió, y pensé que, a diferencia de otros, que también habían sido elegidos, mi elección había resultado ridícula y hasta tragicómica. No tuve, entonces, más opción, sino la de ir a comprar la cajetilla a una tienda que estaba en la esquina, y regresar convertido en lo que jamás quise ser: un mediocre.
Caminé, recuerdo, un poco más, sólo para sentir la emoción; una emoción que me recorría todo el cuerpo y me hacía pensar en que participaba en una suerte de película de "autor", donde yo era el personaje protagónico y los demás, actores secundarios que circulaban a mi alrededor. Decidí detenerme, con todo, o más bien por eso, a la altura de lo que quedaba de Dorians: una tienda en ruinas, en la que la gente compraba, de forma misteriosa, baratijas de saldo.
Al acercarse luego adonde estaba, opté por lo básico: mirarlo a la cara, a los ojos; esa sería la forma en que lo recibiría, me dije: mirándole de frente, sin saber los motivos de la elección, y sin saber, también, qué pasaría conmigo, si me mataría en el acto, a la luz pública, o si me pediría que lo acompañara a algún callejón solitario, para que mi asesinato no llamara la atención. O si, como sabía que había ocurrido, en otros casos, me diría que la elección era parcial, no concluyente, y que por eso me convertiría en su esclavo; un esclavo singular, pues tendría libertad de movimiento y podría hacer de mi vida lo que se me viniera en gana.
Decía, pues, que lo esperé con determinación, listo para ser elegido; no obstante, por una sensación que tuve, y que asimismo me reveló que nada, al final de cuentas, era perenne, supe que mi elección sería distinta a todas las demás; una elección novedosa, si lo planteo así, cuyas posibilidades resultaban infinitas.
—Ya lo sabes, ¿no?... —me dijo, en tono serio—. Esto siempre es así... Uno elige, de modo intuitivo, y lo demás queda en manos de Dios... Pero bueno, te tengo una noticia, que tal vez te pueda interesar... Mira, la verdad es que estoy muy cansado y no tengo ganas de hacer nada, ni siquiera de rezar, o de darte la bendición, como dicta el protocolo...; lo cierto es que debo realizar mi trabajo de forma profesional, y por lo tanto el asunto de la elección se debe resolver ya... Digamos que no tienes salida, que debes ser elegido y se acabó... Mas te comentaba, este día, en particular, estoy muy cansado, y enfadado, por lo que todo va a ser distinto... Resumiendo, no te voy a matar ni aquí ni en ningún lugar secreto; tampoco te voy a convertir en mi esclavo, o en algo que se le parezca... Lo único que tendrás que hacer, pues no puedes escapar de la elección, es comprarme una cajetilla de cigarros de la marca que quieras, y traérmela aquí, en cinco minutos... Eso será todo.
Cuando terminó de hablar, no le dije nada; o más bien, no le quise decir nada. Simplemente hice lo que me pidió, y pensé que, a diferencia de otros, que también habían sido elegidos, mi elección había resultado ridícula y hasta tragicómica. No tuve, entonces, más opción, sino la de ir a comprar la cajetilla a una tienda que estaba en la esquina, y regresar convertido en lo que jamás quise ser: un mediocre.
viernes, 4 de septiembre de 2009
12:30
\
\Me levanté de repente, cuando el teléfono sonó. Me levanté entonces, pero muy cansado, como si no hubiera dormido en días.
\R., por su parte, estaba tensa y, aun así, me alcanzó la ropa y encendió el carro.
\Salimos de inmediato y noté que no había nadie. La ciudad, me pareció, estaba desierta.
\Llegamos pronto, como en 15 minutos, y R., rápidamente, se bajó del carro para abrir la puerta y agarrar a las perras, las cuales ladraban sin parar.
\Ya adentro, no supimos qué hacer. Tan sólo le dije que le pusiera algo, pues estaba con ropa interior.
\Salimos como pudimos, resguardados por las perras que no dejaban de ladrar.
\Al principio, la sostuve por el costado; pero batallé para encaminarla. Lo único que se me ocurrió, luego, fue cargarla, pues de esa manera ganábamos tiempo.
\En el auto, R. trataba de mantenerla despierta. Yo le decía que le hablara, que le dijera lo que fuera, pero ella prefería mojarle la frente con un trapo húmedo, que había alcanzado a coger antes de salir.
\Cuando llegamos, un guardia nos ayudó; acostumbrado, pensé, no tardaría en dirigirla a la habitación donde la atenderían, y donde, como siempre, imperaría un silencio lúgubre que dramatizaría, todavía más, la situación.
\R. no dijo nada; yo, tan sólo, me llevé las manos a la cabeza.
\
\Me levanté de repente, cuando el teléfono sonó. Me levanté entonces, pero muy cansado, como si no hubiera dormido en días.
\R., por su parte, estaba tensa y, aun así, me alcanzó la ropa y encendió el carro.
\Salimos de inmediato y noté que no había nadie. La ciudad, me pareció, estaba desierta.
\Llegamos pronto, como en 15 minutos, y R., rápidamente, se bajó del carro para abrir la puerta y agarrar a las perras, las cuales ladraban sin parar.
\Ya adentro, no supimos qué hacer. Tan sólo le dije que le pusiera algo, pues estaba con ropa interior.
\Salimos como pudimos, resguardados por las perras que no dejaban de ladrar.
\Al principio, la sostuve por el costado; pero batallé para encaminarla. Lo único que se me ocurrió, luego, fue cargarla, pues de esa manera ganábamos tiempo.
\En el auto, R. trataba de mantenerla despierta. Yo le decía que le hablara, que le dijera lo que fuera, pero ella prefería mojarle la frente con un trapo húmedo, que había alcanzado a coger antes de salir.
\Cuando llegamos, un guardia nos ayudó; acostumbrado, pensé, no tardaría en dirigirla a la habitación donde la atenderían, y donde, como siempre, imperaría un silencio lúgubre que dramatizaría, todavía más, la situación.
\R. no dijo nada; yo, tan sólo, me llevé las manos a la cabeza.
\
"Ojos eran fugitivos" / Cine 38
Youth without Youth (2007), Dir. Francis Ford Coppola. Basado en el cuento homónimo de Mircea Eliade, Youth without Youth es un filme dispar, en que el mítico Ford Coppola reniega de su pasado. Cerca de las gracejadas del realismo mágico, y de las poéticas totalizadoras-que-nos-incluyen, se trata de uno de esos productos trasnochados que muestran lo innecesario y que ponen en duda los alcances reales de un creador.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)