=El olor era insoportable y tenía varios días, como dos o tres.
= Al principio, no le di importancia: pensé que se trataba del drenaje... Un olor intenso, asqueroso, que estaba ahí.
=No le di mucha importancia, te decía; parecía lo normal. Sólo que pasaron los días y el olor se intensificó: haz de cuenta que te metías y te daban ganas de vomitar; te ibas al cuarto y lo mismo... ¡Estaba por todos lados!
=Duramos dos semanas con el problema, cuando menos; dos semanas...; tiempo en el que limpiamos todo, lavamos el juego de sala, fumigamos, cambiamos los botes, pero no...: el olor persistió.
=Digamos que por la mañana se aguantaba, se sobrellevaba...; pero conforme pasaba el día, se hacía insoportable, como si hubiera un cuerpo en descomposición, con el cual se tuviera que convivir, y éste, según pasaran las horas, entrara en confianza.
=Finalmente, caímos en la cuenta de que el olor no provenía de nuestras habitaciones, de nuestras pertenencias. El olor provenía del terreno aledaño, en el que alguien —a saber quién— había dejado un contenedor de plástico, lleno de desperdicios biológicos o, como se dice ahora, biodegradables. (Los desperdicios: cabezas de pescado, vísceras de ternera, huesos de cerdo...).
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