Le dije que no se fuera, que se quedara conmigo. Pero no me hizo caso; quería irse.
Al rato, pasados los minutos, escuché sus gritos.
Recuerdo que me quedé callado. Tal vez otro en mi lugar hubiera salido de inmediato para ayudarlo, para socorrerlo; pero yo no: había algo que impedía moverme.
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