La morada del combate (2005), de Verónica Martínez Lira. "He soñado con una obra que no pertenezca a género literario alguno y sin embargo los contenga todos, que no responda a ningún nombre y los habite todos; que sea el punto de reunión de muchos libros, que pueda ser leída en fragmentos y cada uno de éstos sea el inicio de un libro".
Martínez Lira ha creado un rompecabezas. (Un rompecabezas, o sea: un fragmentario en el que se escucha la multiplicidad.)
Por eso su escritura es congruente, aunque no lo parezca: refiere lo que sucede antes y después de la creación. (Antes y después de la concreción.)
Este rompecabezas es un vertedero, luego. Un repaso del caos, o de lo que somos siempre: un caos interior, mayúsculo y demoledor.
No sé hasta qué punto Martínez Lira haya quedado conforme con lo que plasmó; pero de algo sí estoy seguro: lo que dice suena bien, se escucha bien..., aunque se entienda mal. (Entender mal, comprender mal: a estas alturas del partido, deberíamos agradecer que siguan apareciendo cosas como éstas, que se resisten a recalar en el cementerio de la interpretación.)
Pero volvamos a lo que importa, y anotemos otra frase de esta lucha interior: "La esperanza va siempre primero; por lo tanto, es menester perderla. En realidad perece sola, sin ayuda de nadie. Un buen día, después de una decepción profunda, el alma se cansa de esperar y se libera para siempre".
Perder la esperanza: Martínez Lira escribe de lo que no tiene remedio (la condición humana) y para ello se vale de los recuerdos, de los libros ajenos, de las voces múltiples, en una palabra, de la realidad.
LIBRO PARA COMBATIR LA DISPERSION.
LIBRO PARA ENTENDER LO QUE QUERAMOS.
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