domingo, 8 de mayo de 2011

Estilos

La diferencia radica en el estilo... y en la falta de respeto a los derechos humanos.
Vamos a pensar de esta manera: el fanático, al fin fanático, se aventó desde varios metros de altura, poniendo en riesgo su vida. Y ya en la cancha, confundiéndose con los miembros del equipo, optó por correr como uno más, sintiendo —me parece— la emoción, oh incierta emoción, de lo cercano.
Habrá sido cosa de unos segundos, cuarenta y cinco, cincuenta segundos; él corriendo, insisto, sobre el mismo césped, teniendo la misma sensación, la misma respuesta, cuando de repente apareció un tipo de la peor calaña, obeso y malencarado, dispuesto a detenerlo y a triturar su emoción.
Cierto, el asunto no tuvo complicaciones desde el punto de vista de la "seguridad": una patada y un gargajo, al que se sumaron varios, de otros calibres; una patada en el rostro, en la boca, en el cuello..., para después "borrarse" la imagen del fanático, quien seguramente pensaba en la gloria de ese momento al ser sometido por los guardianes del lugar.
En otros países, se sabe, el sometimiento es más práctico y decoroso. En Europa, por ejemplo, cuando un "hincha" se lanza al ruedo los encargados de las seguridad optan por lo lógico: proteger la humanidad de los jugadores más caros de los dos equipos. Inteligentes, dejan que el fanático corra como un demiurgo, se desnude, haga lo que quiera... Sabios, intuyen que el momento del cansancio llegará y la proeza del sujeto será, tan sólo, la comidilla de un sector marginal: el de su fuero interior.

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