Larga vida al sol (2011), de Beatriz Gutiérrez Müller. Usted sabe que siempre una primera novela es una prueba de fuego porque no solamente se trata de fijar, más o menos bien, lo que se guarda durante mucho tiempo, sino también porque, es frecuente, los calcos se ponen de manifiesto y en ese proceso se corre el riesgo de ser una sombra más de aquél que modela los impulsos y la afectividad. Afortunadamente creo que eso no sucede con la obra de Beatriz: una escritora de raza que parte de lo más difícil, a reserva de que usted piense en otra cosa: me refiero al hecho de describir el todo, su afectación cabal, haciéndonos sentir la angustia individual, la angustia personal; una angustia, en todo caso, que la escritora ha vivido durante muchos años al haberse dedicado a la labor periodística y conocer de cerca los problemas sociales de nuestro país.
Celebro, de verdad, este relato de los orígenes.
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