En este latifundio occidental la narcohidra expande sus dominios y asusta a los predicadores. Enmascarada con telas sintéticas de excelente calidad, crece, se autorreprudece y vuelve a crecer, como si el vigor que contiene fuera de otra raza.
Diría mi abuela, se trata de una criatura mutable que sorprende con facilidad, al fagocitar las ansias de los depredadores, y de los ilusos.
(Encomendarse al santoral de la nación es la buena nueva... Sí.)
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