domingo, 13 de diciembre de 2009

Il Cavalieri

Il Cavalieri iba quitado de la pena cuando de repente —y sin esperarlo— una gárgola de malaquita se le estampó en la cara. Al principio Su Excelencia pensó que se había desprendido alguna escultura del Duomo, principalmente del denominado bosque de los pináculos; pero después, y una vez que hubo comprobado su estado (las manos le temblaban como las de los ancianos que sufren artritis), Il Cavalieri supo que el golpe recibido nada tenía que ver con los desprendimientos habituales del bello templo, ni tampoco con las palomas mensajeras que merodeaban en las alturas, y que de vez en vez sorprendían a los turistas con sus viscosos bombardeos.
Il Cavalieri, sin más, imprecó a la multitud e hizo rabietas como un ultra del A.C. Milan, para luego meterse a la limusina en que viajaba y mirar en el espejo retrovisor el destello lúgubre de sus ojos.

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