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domingo, 29 de mayo de 2011
jueves, 26 de mayo de 2011
miércoles, 25 de mayo de 2011
"Ojos eran fugitivos" / Cine 137
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http://www.youtube.com/watch?v=o_YtSYd74tg&feature=related
"Ojos eran fugitivos" / Cine 136
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Bien.
http://www.youtube.com/watch?v=FXQyj4NumYc
domingo, 22 de mayo de 2011
Sábado
Eramos cuatros, mas bien cinco, recién "comidos", por lo que los miembros reclamaban el tripeo vespertino, esto, vamos a ponerlo así, para no arraigarse en el suelo, en la base del carro-de-juda, que tanta carrilla aguantó; así que bajamos en la Home Depot porque mi madre dijo que ir al jardín, en aquel momento, era lo más conveniente para la movilidad psicomotriz, pues, vaya, la comidota nos había convertido en seres elefantiásicos, de una pesadez monstruosa.
Bajamos en orden rumbo al Edén y fue allí que cada uno de nosotros caminamos despacio, siguiendo las rutas de aquella naturaleza atrincherada, dinamizada por los pájaros borrachos que volaban alrededor. Para el caso mi mujer, tan afecta a los colores pastel, se refugió en la sección de las Corona de Cristo, observando las mejores opciones, debido a que algunas de las flores estaban marchitas, como si se hubieran secado desde tiempo atrás. En cuanto a mis padres, habría que decir que mantenían una severa discusión en la zona opuesta, justo donde estaban las buganvilias; tal vez, supuse, lo que uno de ellos quería era el conjunto, no la parte, el mejor color, sobre todo si se buscaba lo trascendental: o sea que las formas delgadas, corroídas por la pigmentación, se desbordaran en el ocaso del día, asumiendo que el espacio hogareño era eso, un pedazo de tierra donde la oscuridad de las sombras dejaba poco margen de acción para la sustancia, para esa mancha ocular que revelaba la flor. Con respecto a mi suegra, he de decir que la observé concentrada, analizando un par de macetas para un cáctus pequeño que parecía el desprendimiento de la Creación. (Sus espinas, sus púas eran lo más cercano a unas agujas de marfil penetrando el vacío de la oquedad.)
Por mi parte, estuve empujando el carrito con unas cuentas plantas deshidratadas que había agarrado sin ton ni son. Me emocionaba pensar, al fin y al cabo, que manejando ese medio de transporte era dueño de una porción de tierra que ya se dirigía a la sección tropical de la tienda o ya la zona de confluencia en la que el susurro desértico se apechugaba con el del mar, por aquello de las palmeras. En el fondo buscaba eso que mi madre había definido como la 'movilidad psicomotriz", la cual era una suerte de denegación puesto que en aquel momento, luego de la ingesta, los pies amenazaban con ceder, igual las piernas, las mismas que buscaban la fijación. Unas raíces, me decía, reclamando su lugar, en el espacio comercial de un jardín difuso, potente y abarcador.
Bajamos en orden rumbo al Edén y fue allí que cada uno de nosotros caminamos despacio, siguiendo las rutas de aquella naturaleza atrincherada, dinamizada por los pájaros borrachos que volaban alrededor. Para el caso mi mujer, tan afecta a los colores pastel, se refugió en la sección de las Corona de Cristo, observando las mejores opciones, debido a que algunas de las flores estaban marchitas, como si se hubieran secado desde tiempo atrás. En cuanto a mis padres, habría que decir que mantenían una severa discusión en la zona opuesta, justo donde estaban las buganvilias; tal vez, supuse, lo que uno de ellos quería era el conjunto, no la parte, el mejor color, sobre todo si se buscaba lo trascendental: o sea que las formas delgadas, corroídas por la pigmentación, se desbordaran en el ocaso del día, asumiendo que el espacio hogareño era eso, un pedazo de tierra donde la oscuridad de las sombras dejaba poco margen de acción para la sustancia, para esa mancha ocular que revelaba la flor. Con respecto a mi suegra, he de decir que la observé concentrada, analizando un par de macetas para un cáctus pequeño que parecía el desprendimiento de la Creación. (Sus espinas, sus púas eran lo más cercano a unas agujas de marfil penetrando el vacío de la oquedad.)
Por mi parte, estuve empujando el carrito con unas cuentas plantas deshidratadas que había agarrado sin ton ni son. Me emocionaba pensar, al fin y al cabo, que manejando ese medio de transporte era dueño de una porción de tierra que ya se dirigía a la sección tropical de la tienda o ya la zona de confluencia en la que el susurro desértico se apechugaba con el del mar, por aquello de las palmeras. En el fondo buscaba eso que mi madre había definido como la 'movilidad psicomotriz", la cual era una suerte de denegación puesto que en aquel momento, luego de la ingesta, los pies amenazaban con ceder, igual las piernas, las mismas que buscaban la fijación. Unas raíces, me decía, reclamando su lugar, en el espacio comercial de un jardín difuso, potente y abarcador.
jueves, 19 de mayo de 2011
lunes, 16 de mayo de 2011
"Ojos eran fugitivos" / Cine 135
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A los hermanos Cohen, en esta ocasión, les dio por jugar al sadismo cómico. (Hombres serios... jamás.)
http://www.youtube.com/watch?v=7iggyFPls4whttp://
domingo, 15 de mayo de 2011
"Ojos eran fugitivos" / Cine 134
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http://www.youtube.com/watch?v=SvHqUnRzh0s&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=yRqCTXjXNGw
O: o:
O: o:
Dos ojos y una nariz... Dos rostros oseznos, vistos de lado.
O de plano, dos huellas disformes con un par de dedos de prolongación, que no son sino las puntas de las uñas clavándose —se me figura— en la superficie polar.
o: O:
Dos ojos y una nariz... Dos rostros oseznos, vistos de lado.
O de plano, dos huellas disformes con un par de dedos de prolongación, que no son sino las puntas de las uñas clavándose —se me figura— en la superficie polar.
o: O:
jueves, 12 de mayo de 2011
"...materia esclarecida..." / Libros mexicanos 30
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Celebro, de verdad, este relato de los orígenes.
martes, 10 de mayo de 2011
"...poderes de registro" / Libros de otras latitudes 17
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Manual de primeros auxilios para el que haga de la política su razón de ser.
domingo, 8 de mayo de 2011
"Ojos eran fugitivos" / Cine 133
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Cineasta móvil, que jamás se define: Winterbotton es pleno en la differance. Sin exagerar, se trata de un director totalizador, de un cineasta distante, que filma por impulsión. (A veces, cierto, se compromete con el denuncismo, con el arte de la confrotación...; pero en otras, en un arranque de snobismo ramplón, opta por el ligthcismo supreme, por hacer del cine un entretenimiento menor...)
Me gustó mucho el filme. Particularmente su cinismo indeleble.
Un joyita sobre el maltrato.
http://www.youtube.com/watch?v=_U2LUsfeMwg
Estilos
La diferencia radica en el estilo... y en la falta de respeto a los derechos humanos.
Vamos a pensar de esta manera: el fanático, al fin fanático, se aventó desde varios metros de altura, poniendo en riesgo su vida. Y ya en la cancha, confundiéndose con los miembros del equipo, optó por correr como uno más, sintiendo —me parece— la emoción, oh incierta emoción, de lo cercano.
Habrá sido cosa de unos segundos, cuarenta y cinco, cincuenta segundos; él corriendo, insisto, sobre el mismo césped, teniendo la misma sensación, la misma respuesta, cuando de repente apareció un tipo de la peor calaña, obeso y malencarado, dispuesto a detenerlo y a triturar su emoción.
Cierto, el asunto no tuvo complicaciones desde el punto de vista de la "seguridad": una patada y un gargajo, al que se sumaron varios, de otros calibres; una patada en el rostro, en la boca, en el cuello..., para después "borrarse" la imagen del fanático, quien seguramente pensaba en la gloria de ese momento al ser sometido por los guardianes del lugar.
En otros países, se sabe, el sometimiento es más práctico y decoroso. En Europa, por ejemplo, cuando un "hincha" se lanza al ruedo los encargados de las seguridad optan por lo lógico: proteger la humanidad de los jugadores más caros de los dos equipos. Inteligentes, dejan que el fanático corra como un demiurgo, se desnude, haga lo que quiera... Sabios, intuyen que el momento del cansancio llegará y la proeza del sujeto será, tan sólo, la comidilla de un sector marginal: el de su fuero interior.
Vamos a pensar de esta manera: el fanático, al fin fanático, se aventó desde varios metros de altura, poniendo en riesgo su vida. Y ya en la cancha, confundiéndose con los miembros del equipo, optó por correr como uno más, sintiendo —me parece— la emoción, oh incierta emoción, de lo cercano.
Habrá sido cosa de unos segundos, cuarenta y cinco, cincuenta segundos; él corriendo, insisto, sobre el mismo césped, teniendo la misma sensación, la misma respuesta, cuando de repente apareció un tipo de la peor calaña, obeso y malencarado, dispuesto a detenerlo y a triturar su emoción.
Cierto, el asunto no tuvo complicaciones desde el punto de vista de la "seguridad": una patada y un gargajo, al que se sumaron varios, de otros calibres; una patada en el rostro, en la boca, en el cuello..., para después "borrarse" la imagen del fanático, quien seguramente pensaba en la gloria de ese momento al ser sometido por los guardianes del lugar.
En otros países, se sabe, el sometimiento es más práctico y decoroso. En Europa, por ejemplo, cuando un "hincha" se lanza al ruedo los encargados de las seguridad optan por lo lógico: proteger la humanidad de los jugadores más caros de los dos equipos. Inteligentes, dejan que el fanático corra como un demiurgo, se desnude, haga lo que quiera... Sabios, intuyen que el momento del cansancio llegará y la proeza del sujeto será, tan sólo, la comidilla de un sector marginal: el de su fuero interior.
Gripa
La suma alérgica, para variar, se ha convertido en una gripa insufible, de esas que dan cada cuatro años.
viernes, 6 de mayo de 2011
We are the world
Yo tengo alergia
Tú tienes alergia
Él tiene alergia
Nosotros tenemos alergia
Ustedes tienen alergia
Ellos tienen alergia
Tú tienes alergia
Él tiene alergia
Nosotros tenemos alergia
Ustedes tienen alergia
Ellos tienen alergia
jueves, 5 de mayo de 2011
Tribulus terrestris
[...] Un mar de abrojos como un colchón, aunque duro, y doloroso; era la tierra, qué mas... Pero no me importó, ni tampoco a ella, que se resbaló.
La abracé, en primer lugar, con impulsión, con decoro, y fue cuando se me ocurrió, o se le ocurrió, rodar por ahí, en medio del no lugar. Pensé, en medio de ese desierto menor, delimitado por las carreteras... y por las sombras. Pues aquella fue una tarda extraña, con un sol puesto pero menor; con un sol ciego, a punto de desaparecer.
La verdad que no los vi, al principio...; vaya, que no los noté. Sin embargo, en aquellos momentos uno se evade, se concentra en el deber ser.
La abracé, por tanto, como hombre, con cierta desesperación, y fue cuando me dieron ganas de besarla, de acariciarle el cabello.
Evidentemente, ella debió de sentir algo similar, pero eso es cosa que no habré de juzgar. Lo cierto es que al abrazarme, al abrazarla yo, se me resbaló con facilidad, o por lo menos fue lo que pensé.
En principio, cuando estaba recostada, quejándose, pensé que era parte del ceremonial, como ocurre en otros casos. No obstante, en el momento de avalanzarme y dejarme caer, supe lo que ocurrió. Vamos a decirlo así: sentí que el dolor era real, no producto de la imaginación, del espectáculo... Y de ahí, pues, para adelante: los abrojos nos penetraron, se quedaron fijos, incrustados en la piel.
Nos levantamos y huimos de allí. Ella por un lado y yo por otro. [...]
La abracé, en primer lugar, con impulsión, con decoro, y fue cuando se me ocurrió, o se le ocurrió, rodar por ahí, en medio del no lugar. Pensé, en medio de ese desierto menor, delimitado por las carreteras... y por las sombras. Pues aquella fue una tarda extraña, con un sol puesto pero menor; con un sol ciego, a punto de desaparecer.
La verdad que no los vi, al principio...; vaya, que no los noté. Sin embargo, en aquellos momentos uno se evade, se concentra en el deber ser.
La abracé, por tanto, como hombre, con cierta desesperación, y fue cuando me dieron ganas de besarla, de acariciarle el cabello.
Evidentemente, ella debió de sentir algo similar, pero eso es cosa que no habré de juzgar. Lo cierto es que al abrazarme, al abrazarla yo, se me resbaló con facilidad, o por lo menos fue lo que pensé.
En principio, cuando estaba recostada, quejándose, pensé que era parte del ceremonial, como ocurre en otros casos. No obstante, en el momento de avalanzarme y dejarme caer, supe lo que ocurrió. Vamos a decirlo así: sentí que el dolor era real, no producto de la imaginación, del espectáculo... Y de ahí, pues, para adelante: los abrojos nos penetraron, se quedaron fijos, incrustados en la piel.
Nos levantamos y huimos de allí. Ella por un lado y yo por otro. [...]
miércoles, 4 de mayo de 2011
Champions
La victoria no fue contundente, me refiero a los del equipo. Con todo, mostraron garra, si se puede decir así.
Al principio se notaba otra cosa; un juego desinibido, que los motivaba, que —¡vaya!— los metía de lleno en la acción. Pero después, lo de rutina: un control franco, bajo la lluvia torrencial. O sea, bajo los efectos del clima, que tanto nos afectó. Porque también a nosotros nos hizo pasarla mal, sobre todo cuando los mirábamos correr, lejos del temporal —tal vez metidos en otro, más ufano—, y entonces nos parecía que lo que semejaban eran una manada de buzos, pero pequeños; una suma de imágenes, que pretendía jugar al fútbol.
Por cierto, sabemos que el entrenador del equipo contrario se encerró en un cuarto de hotel. Seguramente, la soledad del momento, acompañada del sonido lluvioso, alteró su voluntad.
Al principio se notaba otra cosa; un juego desinibido, que los motivaba, que —¡vaya!— los metía de lleno en la acción. Pero después, lo de rutina: un control franco, bajo la lluvia torrencial. O sea, bajo los efectos del clima, que tanto nos afectó. Porque también a nosotros nos hizo pasarla mal, sobre todo cuando los mirábamos correr, lejos del temporal —tal vez metidos en otro, más ufano—, y entonces nos parecía que lo que semejaban eran una manada de buzos, pero pequeños; una suma de imágenes, que pretendía jugar al fútbol.
Por cierto, sabemos que el entrenador del equipo contrario se encerró en un cuarto de hotel. Seguramente, la soledad del momento, acompañada del sonido lluvioso, alteró su voluntad.
martes, 3 de mayo de 2011
Crónico/a
Estaban arrinconados, como un enjambre; se juntaban todos. Y en un momento, el viento aparecía, levantando la tolvanera; era como un set donde se soltaba, huyendo tal vez de sí mismo, de sus fueros, bajo la sombra de la elevación. (Sí, hablo del viento.)
Pero volviendo al tema, ahí estaban. Las prendas negras, en hilera; y las gafas relucientes, brillando con resquemor. Tal vez, pensé, funcionaban como una coartada, pues adentro, o mejor detrás, los ojos quedaban fijos, devorados por la humedad. (Pensé: por una humedad salada, agria, que no los dejaba en paz.) Además, si hablamos sin cortapisas, las condiciones no eran de lo mejor; hablo de las condiciones climatológicas, de las condiciones ambientales, desatadas —se entiende— como parte del triste ritual. (Digamos que entre tanta oscuridad, que entre tanta superficie oscura, la imagen se dejaba venir así, inmisericorde.)
La imagen del conjunto, digo, en torno al punto de nuestro interés.
Ciertamente, pensé que en estos casos conviene voltear la mirada hacia otros lados —mirar por ejemplo el cerro, su elevación natural. Pero era inevitable, o más que inevitable, ya que la gente no podía dejar de llorar.
Opté por retirarme, con la mirada perdida. Y sin más, noté que la imagen se aferraba, que seguía ahí.
Mis amigos, supuse, hicieron lo mismo; esto es, caminaron con el fastidio a cuestas, agotados, sin saber qué hacer.
Todos nos subimos al mismo camión, sin decir nada.
Pero volviendo al tema, ahí estaban. Las prendas negras, en hilera; y las gafas relucientes, brillando con resquemor. Tal vez, pensé, funcionaban como una coartada, pues adentro, o mejor detrás, los ojos quedaban fijos, devorados por la humedad. (Pensé: por una humedad salada, agria, que no los dejaba en paz.) Además, si hablamos sin cortapisas, las condiciones no eran de lo mejor; hablo de las condiciones climatológicas, de las condiciones ambientales, desatadas —se entiende— como parte del triste ritual. (Digamos que entre tanta oscuridad, que entre tanta superficie oscura, la imagen se dejaba venir así, inmisericorde.)
La imagen del conjunto, digo, en torno al punto de nuestro interés.
Ciertamente, pensé que en estos casos conviene voltear la mirada hacia otros lados —mirar por ejemplo el cerro, su elevación natural. Pero era inevitable, o más que inevitable, ya que la gente no podía dejar de llorar.
Opté por retirarme, con la mirada perdida. Y sin más, noté que la imagen se aferraba, que seguía ahí.
Mis amigos, supuse, hicieron lo mismo; esto es, caminaron con el fastidio a cuestas, agotados, sin saber qué hacer.
Todos nos subimos al mismo camión, sin decir nada.
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