Corro, pero me alcanzan; aparecen de pronto, y no sé qué hacer. Antes caminaba, como si nada y, al voltear, estaban ahí, detrás de mí, con esa sonrisa grotesca que me causaba miedo: con esa sonrisa sucia que, repito, me causaba miedo; con todo, la
aparición duraba poco y era circunstancial; nada que ver con lo de ahora, que me resulta brutal. Y es que entro al cuarto, y me persiguen...; paso al servicio, y lo mismo: no me dejan en paz.
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