Los días soplaron como los vientos, de ahí en adelante.
Los días se esfumaron, como los vientos, y los vientos, tranquilamente, le dieron forma a los días, a otros días, y trajeron consigo el ruido de la lluvia, y después la lluvia.
Los días desaparecieron, pero el viento no, ni la lluvia; los días se fueron con el viento, y con la lluvia.
Antes eso no sucedía, pues los días estaban calientes, y sin lluvia. A veces lo que surgía era el viento, pero era un viento filoso, que rasgaba los campos; un viento seco, que se quedaba ahí.
También, en aquel tiempo, los días eran como el viento; días inmóviles, que duraban hasta el atarceder.
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