Un ojo, o lo más semejante a un ojo, bañado en sangre y brotando como el sol.
Un ojo, en conjunción con la frente, con el dolor trasero que —punzante— no deja de crecer.
Y la boca, ¿qué decir de la boca?... Pues nada, sólo que en la misma sintonía: o sea, dura, reseca, agarrosa. (¡La cárcel alimentaria... como un quebradero de huesos!)
Lo demás se puede enumerar así: un brazo henchido, pero congelado; una espalda desecha, a punto de tronar; un cuello desgarrado.
El amanecer, bajo el signo alérgico, da pocos respiros.
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