Formas breves (2005), de Ricardo Piglia. Cada día que pasa me resulta más difícil emocionarme con lo que leo. Mejor, cada día que pasa me cuestiono más sobre la necesidad de leer y de estar al corriente con lo que se publica aquí, allá y acullá. Por mí, que nadie escriba, que nadie publique, que nadie lea: hay tanta porquería en el ambiente que lo mejor es olvidarse de que existen personas que viven de la escritura y por la literatura.
Piglia me gusta, esencialmente, por algo: porque es un escritor gris, cuya estrategia es carecer de estrategia.
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