Se lo dije, se lo expliqué de todas las formas pero me ignoró; no le importaba, o si le importaba era sólo para pasar el rato. Así que yo también me hice a un lado; que sucediera lo que tuviera que suceder, pensé, al fin y al cabo cada quien sabía cómo resolver sus rollos.
No obstante y siendo honesto aquel día estaba inquieto, como en esas ocasiones en que intuyes que debes arreglar algo a la brevedad, porque si no la situación empeorará. Fastidiado, recuerdo que salí de casa y me dirigí hacia donde nos habíamos conocido, que era en las escaleras del Palacio Municipal.
Pero bueno, no me detengo: entré al edificio y sin pensarlo dos veces me dirigí hacia el centro de la explanada, a fin de llevar a cabo mi plan: escupir dos veces ese lugar, pues tal era el modo liberarme, de comenzar otra vez.
¿Brujería, magia popular? Llámale como quieras, pero a partir de ese día mis problemas se acabaron.
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