- pensar que hablamos, si podemos, con los interlocutores de un relato interior
- confundir la voz del móvil —me explico, que sale del móvil— con la de un enemigo connotado, del cual ya nos habíamos olvidado
- establecer un intento de diálogo en el momento en que desconfíamos del lenguaje
- comprobar que somos expertos en el manejo de los monosílabos y
- aceptar que nuestra voz es lo aguardentoso in extremis.
domingo, 3 de julio de 2011
El móvil
No hay nada más terrible que contestar el móvil de repente, cuando nos hayamos —inmersos— en el territorio del (quinto) sueño; vaya, que organizar nuestro pensamiento y difundirlo —de manera clara y rápida— implica varias cuestiones:
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