Public Enemies (2009), Dir. Michael Mann. Percibo, en el filme, la relación del crimen desde los adentros (y desde los afueras). Atento a los detalles, su director esgrime un texto realista, consistente en plasmar cómo se dan los trueques, y los favores, entre los delincuentes y los que no lo son. Interesante, pues, el resultado, principalmente porque Mann —astuto— hace de la historia una andanada de sucesos intrigantes, que exigen lo mejor de sus recursos. Hablo de lo que sabemos, de lo que ya hemos visto en otras destrezas (Heat —1995— en el pódium): esto es, el manejo soberbio de una cámara móvil, que se mete hasta la cocina; la presentación de un tempo trepidante, que habla de la testosterona del director; la intesidad con que se desenvuelven sus personajes, casi siempre en el momento de tomar una desición; y la ausencia —para concluir— de un final feliz y/o de cualquier otra bagatela audiovisual. Lo apuntaba: Mann no pierde la perspectiva, no evade lo relevante, por eso su planteamiento es integral. Gran director, que me parece que respeta a los espectadores: Mann es un lobo estepario en el Jardín del Edén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario