The Lonseliness of the Long Distance Runner (1962), Dir. Tony Richardson. Satélite de la Nouvelle Vague Vague, el Free Cinema encuentra en el diamante de The Loneliness of the Long Distance Runner su joya más preciada —su joya de la Corona. Hablo de lo obvio, a estas alturas: de un filme a medio camino entre Les quatre cents coups (1959, Dir. François Truffaut) y esa elucubración del vacío que es Trainspotting (1996. Dir. Danny Boyle); de un filme imprescindible, que refleja los cambios sociales de una época en la que la juventud reclama a los cuatro vientos su lugar en el mundo y que, de paso, lanza invectivas contra las fortalezas patriarcales. Lo más disfrutable, en este tenor, es ver la incubación del huevo de la serpiente en un momento de crisis y comprobar su incontinencia para fundar utopías.
Filme rupestre, en proceso: The Loneliness of the Long Distance Runner sintetiza la valoración juvenil de la libertad; el ideal romántico del deporte como logro personal y jamás como triunfo colectivo; en resumen, que en el presente discurso la competitividad es un asunto del alma.
No dejen de considerar este recuerdito quienes tengan atracción por lo antiapoteósico.
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