lunes, 27 de junio de 2011

El verano tiene su costo

"Me levanté obcecado, con necesidad; pero las piernas me fallaron y el resto del cuerpo también; una piltrafa, de la peor ralea; algo que se mueve e intenta respirar —mi cuerpo, imaginé.
"Era temprano, como las ocho, y dentro de mí insistía la voz: Una cerveza gélida o algo por el estilo, para empezar. Y va, como pude, bañado en el vómito matinal, me dirigí en cuclillas hacia el refigerador, el cual se encontraba abierto de par en par, con una presteza innombrable; que conste, al acercarme y sentir el frío, me sentí relajado, incluso, me atrevería decir, con ganar de seguir. Pero no, ese no era mi día: el refrigerador estaba vacío, o casi, ya que las botellas que distinguí eran un remedo flaco del ayer; elucubré, un desfalco que en ese momento se acrecentó.
"Sin rodeos, me quise levantar, volver en mí; y no obstante las piernas me flaquearon otra vez, quedando postrado como un desahuciado, como un perdedor.
"No quise llorar, pues no es mi estilo; mas lo juro, si en ese momento el demonio se me hubiera aparecido le hubiera ofrecido el alma y todo lo que me pidiera a cambio de un trago de aquel líquido vital.
"El verano tiene su costo, como se nota, y es criminal."

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