The Getaway (1972), Dir. Sam Peckinpah. El señor de la violencia —"Bloody Sam", le llamaban— no especulaba con el asunto mórbido del crimen, ni tampoco con su impactación o edulcuramiento social. A diferencia de Tarantino (su pupilo aventajado), el cineasta de los interdictos evadió la celebración estética de la sangre, para concentrarse en el aspecto esencial o, por lo menos, en el que más le "jalaba": la lucha por el poder, o mejor dicho por el micropoder, en un espacio marginal donde imperan la avaricia y la corrupción. Para Peckinpah luego, la violencia, los muertos que caen una y otra vez, las salvajadas del hampa... eran un complemento, jamás un fin; precisémoslo así, un elemento a considerar, algo que se desarrollaba de modo colateral, debido a que lo importante era otra cosa: la representación fidedigna de una lucha dual en la que no había vencedores ni vencidos. Amén de ello, no debemos dejar de recordar que, en el fondo, Peckinpah era un poeta de la lente; a pesar de lo extraño que pueda sonar, sobre todo si consideramos los kilos de testosterona que hay de por medio en su obra, lo que el cineasta buscaba filmar era la urdimbre trascendental de la existencia, la relaciones profundas entre los individuos, cuando lo que estaba en riesgo era algo concreto: la pérdida compartida del Edén. Qué pena que este tipo de cine se haya dejado de hacer.
http://www.youtube.com/watch?v=9FhkOy1inT8
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