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En A Bridge Too Far se deja ver este planteamiento: a su director lo que le interesa es el realismo, no las pretensiones de realidad. Consciente de lo que fue la WWII, y del sudor que implicó, atiende a una realización pura de exigencias colosales, dignas de celebración; nada luego de andar jugando a la filmación en los estudios, o en los terrenos apartados de la civilización: lo prioritario es estar ahí, donde ocurrieron los combates y, si se puede, hacer de los actores personajes sudorosos que se caen una y otra vez.
El extremo de este realismo visual, pienso, Attenborough lo consigue cuando convierte a la cámara en testigo voluntario de los hechos y no duda en arrojarla al vacío para que capte lo que debe captar: la altura, el terreno de ataque, los movimientos del soldado al aterrizar. Soberbio el realismo de Attenborough, lo subrayo, dado que lleva a la pantalla el fragor de los encuentros, el humo de los cañones, los colores secos del terreno; y todo, de más está insistir, sin el software poderoso que desvirtúa el sentido del mundo, sus tonos parcos, su ausencia de matiz. Una gran película, donde las haya.
http://www.youtube.com/watch?v=DKDPX8PEiVk
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