lunes, 25 de julio de 2011

Despertar...

Despertar: sentir que en tu boca anidan 10 kilos de fierro.
Despertar de repente: constatar que al abrir los ojos la realidad todavía estaba ahí.
Despertar por las noches: intuir que la oscuridad es una clara revelación.
Despertar a las cinco de la mañana: comprobar que el canto del gallo es anónimo y antediluviano.
Despertar en soledad: admitir que los sueños son sólo eso: sueños.
Despertar en compañía: comprobar que las virtudes y los defectos también se comparten.

domingo, 24 de julio de 2011

Dormir...

Dormir: un acto contestario, las más de las veces.
Dormir con los ojos abiertos: fingir que el desvelo jamás existió.
Dormir con la boca abierta: plantear un monólogo interior carente de dirección.
Dormir la siesta: redimir la jornada laboral.
Dormir ocho horas: saber que te quedan 16 para trabajar.
Dormir intermitentemente: cerrar y abrir, cerrar y abrir, cerrar y abrir.

"Ojos eran fugitivos" / Cine 153

127 Hours (2010), Dir. Danny Boyle. // Este filme de primeros auxilios es angustiante, y hermoso. // A lo largo de noventa y pico minutos, te mantiene atento a lo que sucede, que es esencial. // En su claustrofobia se observan remakes (Un condamné à mort s'est échappé, 1956, Dir. Robert Bresson) y viajes siderales. // También, monólogos profusos y anuncios al por mayor. (Un Gatorade es un Gatorade es un Gatorade...) // Boyle filma un roller coaester sin moverse: su filme es la quietud trascendental. // (Boyle tritura el cuerpo. Y la mente, y la paciencia... Y para colmo, todo esto lo hace a ras de suelo, utilizando navajas Made in China.) // El happy end... nunca tan necesario. //
http://www.youtube.com/watch?v=OlhLOWTnVoQ

"Balas de papel escritas" / Libros españoles e hispanoamericanos 24

Los enamoramientos (2011), de Javier Marías. De más está enunciar los méritos de Marías. Se trata de un grandísimo escritor, que jamás defrauda.
Magnífico, como siempre.

"Ojos eran fugitivos" / Cine 152

Benny's Video (1992), Dir. Michael Haneke. *El segundo filme del director austriaco-alemán no desmerece en ningún sentido: manifiesta la madurez de Haneke para encarar lo denegado.
Es evidente que hablamos de otra concepción cinematográfica, de otra clase de propuesta que lleva al límite las posibilidades del arte.
**Benny's Video exhibe la violencia sin exhibir, si cabe la paradoja. (La violencia del mundo.) (La violencia de los seres humanos.) Y esto con una economía de recursos que muestra lo necesario e incorpora al expectador, como nunca se había visto.
***No se trata, insistimos, de que se caiga en la recurrencia del efectismo visual, tan utilizado por muchos y del cual Haneke se burla; no, se trata más bien del efecto que el horror nos genera una vez que comprendemos que ese horror existe, que de él dependemos para vivir o si no para demostrar que los fenómenos violentos, en ocasiones, carecen de explicación.
Algo más que cine.

viernes, 15 de julio de 2011

Paradoja

El tiempo es infinito y desgraciadamente jamás alcanza.

"Ojos eran fugitivos" / Cine 152

Code Inconnu (2000), Michael Haneke. Code Inconnu es un filme tremendo, que no tremendista. Un cine que crispa los nervios e interpone un código desconocido que debemos descifrar.
En él el director sugiere, y el espectador ata cabos. Más: le da un sentido a la historia. (A las historias.)
(Se imaginan si Haneke hubiera sido mexicano... Mejor ni pensarlo, porque este director le pone los pelos de punta a cualquiera cuando agarra la cámara y atrapa la violencia del mundo con suma frialdad.)
http://www.youtube.com/watch?v=JGgX8phnrYU

jueves, 14 de julio de 2011

"Ojos eran fugitivos" / Cine 151

What Ever Happened to Baby Jane? (1962), Dir. Robert Aldrich. Considérese desde ya: el espectáculo más grande del mundo posibilitó la encerrona de dos "monstruas" sagradas que se dieron hasta con lo que ni se imaginan en un ejemplo de poca cortesía y civilidad. Si no, cómo leer las patadas de la diosa Davis a Su Majestad Crawford, y viceversa, al luchar como panteras enjauladas y demostrar las posibilidades de la compenetración...
Cine de culto (dicen), intensificado por la chismografía: What Ever Happpened to Baby Jane? es una escapada al infierno de la contigüidad, guiados por la mano del macabro más simpático de Hollywood: el outstanding Robert Aldrich, un director al que le gustaba tratar mal al espectador.
http://www.youtube.com/watch?v=TTtpDwrKaxo
http://www.youtube.com/watch?v=RtkTdOXDkog&feature=related

"...materia esclarecida..." / Libros mexicanos 33

La muerte del filósofo (2004; 2008), de Vicente Herrasti. En esta novela, la enjundia discursiva se impone de principio a fin. Pulida a más no poder, hace del estilo un espectáculo mayor que vale por su precisión, por su holgura. En concreto, es como si la literatura mexicana se añejara y desatendiera la crisis del entorno, a fin de volcarse en el pasado y capturar un tono. Porque si hay algo que subvierte esta novela es la denominación de origen, o sea la dependencia de un espacio y su substrato: la cultura. Por eso hablo de que hay enjundia y mucha reticencia cuando, en ella, se abordan los destinos de los personajes: seres universales que son parte del tiempo y no de una realidad inmediata, reconocible y vivaz.
Clasicismo a la mexicana, con el sello del Crack: La muerte del filósofo no me parece que sea una gran novela, pero tampoco una gran banalidad. Dicho en pocas palabras, se me figura que es la exhibición de las cualidades de un contenido Herrasti que, seguramente, más adelante escribirá obras de mayor envergadura y presteza. Con todo, se nota que el trabajo sigue su curso, y que en estas cuestiones lo que menos importa es el timing.

miércoles, 13 de julio de 2011

"Ojos eran fugitivos" / Cine 150

The Manificent Ambersons (1942), Dir. Orson Welles. Sorprende la precocidad de Welles al hacer una película ¿tradicional? en la que las acrobacias técnicas se pusieron en un segundo plano y las atenciones se fijaron, totalmente, en los contenidos del relato. En un sentido cabal, es como si Welles hubiera querido demostrar de lo que era capaz en el momento justo de indagar en las profundidades de la conciencia humana, teniendo que evidenciar su mesura y buen tino. Aquí, nada de andar buscando impactar mediante el prodigio técnico ni, tampoco, mediante la proyección del vidente: para él, el objetivo fue claro y consistió en apegarse a las reglas del canon hollywoodense, a fin de crear un filme bien resuelto.
The Magnificent Ambersons no es una obra maestra, pero está cerca de ello. Sus pretensiones, en realidad, de lo que hablan es de las capacidades creativas de Welles. Muy disfrutable.

"...materia esclarecida..." / Libros mexicanos 32

La muerte tiene permiso (1955; 2010), de Edmundo Valadés. Para las letras mexicanas la presencia de don Edmundo Valadés resultó vivificante: no sólo dio pie a la legitimación de un género denegado (el cuento), sino también a la renovación de una literatura aquejada por los vicios —oh mala fortuna— del sedentarismo patriótico y el color local.
A veces se nos olvida, pero es un hecho que las aportaciones de este hombre discreto están más vivas que nunca, y baste leer su obra para descubrir, en tal respecto, que sintetiza los puntos de fuga de nuestra tradición. Literatura urbana, literatura rural, literatura fantástica... En la pluma de Valadés se abrevia el camino de los fragmentos, y se revelan los esfuerzos de un creador honesto que se pone al servicio de los demás al diseccionar el alma.
No leer a Valadés, o no releerlo, en este momento, equivale a dejar de lado la fuente de una gran literatura; de una gran literatura, agréguese, que no pretende engatusar por la vía barata del engaño o del relumbrón editorial, como sucede.

El trabajo

Más dormido que despierto, la seguí por el desfiladero. De vez en vez sentía que me iba a caer, pues los ojos se me cerraban.
No me dirigía ninguna palabra, ni yo tampoco. El silencio desaparecía cuando las olas, raudas, golpeaban contra las rocas y las gaviotas empezaban a graznar.
—Allá están —señaló de repente, sin decir nada más.
Caminamos varios minutos y el sonido de las olas desapareció, o por lo menos se convirtió en algo intermitente.
Al llegar, me mantuve callado y dijo, mirándome a los ojos:
—Así están desde ayer, y nadie se ha dado cuenta de lo que hicieron... A veces pienso que prefieren no batallar, y por eso evitan el viaje, dejándonos el problema... He contado cinco, pero puede que hayan más.
Bajé el rostro, como hago en estos casos, y no supe si teníamos que movernos o quedarnos así, frente a los cuerpos, frente a lo que quedaba de ellos.
Ella continuó, con el mismo tono:
—¿Sabes qué es lo peor, o por lo menos lo que más me fastidia? El que lo van ha seguir haciendo, y que siempre habrá gente como nosotros, obligados —esa es la palabra— a realizar el trabajo.

martes, 12 de julio de 2011

Old fashion

—Mete a los animales, ¡que los metas!
Había poca luz y las estrellas, a penas, se notaban.
El coche llegó sin hacer ruido, con los faros encendidos. Era un carro viejo, que había comprado de remate. La primera vez que lo vi, recuerdo, lo quise manejar.
John no nos saludó, simplemente nos preguntó por el whisky.
—¿Se lo entregaron a William, como quedamos, o qué le hicieron?
En el tono de su voz descubrí que había algún problema.
—Como nos dijiste, lo entregamos todo. Únicamente nos quedamos con lo del consumo local.
—¡No me salgas con eso, George...!
Tuve que hablar, lo que nunca hacía:
—Disculpe, John, pero el pedido se lo entregamos a William, y no sabemos qué sucedió después. De hecho, tenemos las cajas vacías, están atrás...
Al instante, aparecieron cuatro coches, y los perros comenzaron a ladrar. John, desesperado, se metió al suyo, no sin antes gritarle al conductor.
Por mi parte, corrí hacia la casa y fui hacia donde estaban los perros, los cuales seguían ladrando. Incluso, uno de ellos se me echó encima y me quiso morder, por lo que tuve que clavarle mi navaja en el cuello.
Afuera, como en otras ocasiones, se escuchaba el sonido de las ametralladoras. Y más coches que llegaban. Intuí que el asunto del whisky había concluido.

lunes, 11 de julio de 2011

Tráfico

La línea de automóviles se extendía hasta más allá del puente, y las avenidas circundantes, como siempre, estaban inundadas. Cogió el móvil y marcó de inmediato, esperando que su mujer le contestara con la misma prontitud:
—¡Es un desastre, y no sé si voy a alcanzar a llegar...! Trataré de cortar camino... ¡Oyes, la señal se va...!
Dejó el móvil en el asiento y miró por el retrovisor, dándose cuenta de que si se apresuraba podía dirigirse hacia la calle posterior, o tal vez a la que le seguía. Lo cierto es que intuyó algo, al observar un par de focos borrosos que se movían: si se adelantaba, rebasando a los demás, se toparía con el terreno enfangado.
Echó andar el automóvil y, sin pensarlo dos veces, viró hacia el lado contrario, aumentando la velocidad.
De frente, notaba que los conductores se movían, como si lo respetaran, y que los postes de la luz —distantes— se balanceaban de un lado a otro, junto con las antenas y los cables... Una soga que cruzaba el firmamento, pensó, y también un puñado de rayas, de líneas delgadas, que se comenzaban a desprender.

"Ojos eran fugitivos" / Cine 149

Katzelmacher (1969), Dir. Rainer Werner Fassbinder. En esta obra, el director alemán presenta como nadie las hábitos de un grupo de jóvenes que ven pasar la vida con franco desinterés. Distante como siempre (quiero decir, ajeno al despiste de la concesión), muestra las pasiones en su fase terminal, el modo en que son trituradas por el narcisismo y la vanidad. (Y ello, se entiende, con una frialdad que mata...)
Cine para voyeristas.
http://www.youtube.com/watch?v=JrmzVpOMMvE

miércoles, 6 de julio de 2011

"Ojos eran fugitivos" / Cine 148

Princesas (2005), Dir. Fernando León de Aranoa. Se agradece el entusiasmo demostrado por el director y la buena vibra que destila al abordar el tema de la prostitución en las calles de Madrid. Pero bueno, esto no es suficiente para salvar un filme que se hunde desde el comienzo, dada su morbosidad y su mal tino para retratar lo que, a todas luces, es algo más complejo, que no admite el parapeto del final feliz ni  ningún otro invento de la miscelánea Disney. Antes bien, para salir librado de este "coñazo" el director debió haber abordado el asunto con menos escrúpulos, y con menos "malaleche": relatar la lógica del problema como lo que es, y no como una telenovela digerible de Antena 3.
Malita la intentona de redimir el maltrato habitual al colectivo "sudaca".
http://www.youtube.com/watch?v=qzGStIdMs6M

"Ojos eran fugitivos" / Cine 147

Atlantic City (1980), Dir. Lois Malle. La todopodera presencia de Burt Lancaster reditúa con creces en la agudeza de este filme, que cala por su humanidad. Y ello es que el longevo actor no descarta hacer de las suyas en un papel magnánimo, de los que no se olvidan jamás, precisamente por la enjundia que reclaman y la verosimilitud que destilan en el resultado final. Desde luego, es evidente que tal soltura actoral se aviene bien a un personaje redondo, que expresa la complejidad del sujeto perdido; pero también, que se prodiga gracias a los instintos del director Malle: un virtuoso del cine que llegó hasta las profundidades del alma sin titubeos y que mostró, en este tour amargo por el laberinto del caos, las liviandades del yo.
El filme, en su conjunto, es una muestra de la capacidad del director para abordar dos aspectos que se entretejen entre sí: el del sueño como falsedad individual y recurso para sobrevivir, y el del entorno estéril, convertido en un mausoleo del fracaso donde los edificios demolidos se convierten en parte del panorama habitual.
Una magnífica crónica del perdedor y de su transformación postrera.
http://www.youtube.com/watch?v=SGxkgN7FoeA

"Ojos eran fugitivos" / Cine 146

In the Heat of the Night (1967), Dir. Norman Jewison. Grandes actuaciones y un tema candente para nuestros vecinos, todavía.
http://www.youtube.com/watch?v=_kI_GkosWio

Casa

Imaginé ver otra casa, aunque era la mía. Los árboles, en la entrada, estaban ahí, y no podían jugarme una mala pasada. También el barandal, a punto de caer, el cual me indicaba que no debía preocuparme: se trataba de mi casa.
Me acerqué y toqué la puerta con sigilo, esperando encontrar —no sé por qué— a un desconocido. Volví a tocar, en el acto, pero con más fuerza, dando a entender que había llegado el dueño legítimo de la vivienda y que si alguien se había metido, por lo que fuera, era el momento de que se largara.
Mas nadie abrió, y en ese momento mi sospecha se fortaleció, en relación con la casa, con mi casa. Pensé que si bien nuestras posesiones no tienen por qué generarnos ninguna extrañeza, y más cuando no han sufrido modificaciones, había momentos en que la lógica nos jugaba una mala pasada y nos hacía ver que lo que nos pertenecía no nos pertenecía, en realidad; que era algo que estaba ahí, frente a nosotros, pero con una independencia tal que nos obligaba a refugiarnos en lo perentorio.
Y lo perentorio, en aquel momento, de verdad que no fue mi ansiedad, ni tampoco mi desesperación; lo perentorio fue la vaciedad del momento, el interés que encontré en observar, como nunca lo había hecho, los árboles del frente, el barandal podrido, la basura que se acumulaba en el exterior, día tras día...
Estuve así unos momentos, mirando el entorno con frialdad. Después supe que mi opción era irme de ahí, abandonando las cosas a su suerte, o mejor —pensé— liberándolas de mi presencia, de mi mirada interrogadora que lo único que hacía era violentar la tranquilidad de esa noche.

lunes, 4 de julio de 2011

"Ojos eran fugitivos" / Cine 145

The Lonseliness of the Long Distance Runner (1962), Dir. Tony Richardson. Satélite de la Nouvelle Vague Vague, el Free Cinema encuentra en el diamante de The Loneliness of the Long Distance Runner su joya más preciada —su joya de la Corona. Hablo de lo obvio, a estas alturas: de un filme a medio camino entre Les quatre cents coups (1959, Dir. François Truffaut) y esa elucubración del vacío que es Trainspotting (1996. Dir. Danny Boyle); de un filme imprescindible, que refleja los cambios sociales de una época en la que la juventud reclama a los cuatro vientos su lugar en el mundo y que, de paso, lanza invectivas contra las fortalezas patriarcales. Lo más disfrutable, en este tenor, es ver la incubación del huevo de la serpiente en un momento de crisis y comprobar su incontinencia para fundar utopías.
Filme rupestre, en proceso: The Loneliness of the Long Distance Runner sintetiza la valoración juvenil de la libertad; el ideal romántico del deporte como logro personal y jamás como triunfo colectivo; en resumen, que en el presente discurso la competitividad es un asunto del alma.
No dejen de considerar este recuerdito quienes tengan atracción por lo antiapoteósico.

Provincia

Si existe un término en desuso, o plenamente superado, es el de provincia, en su acepción nacional, es decir mexicana, es decir fundamentalista.
Recuerdo, en tal sentido, la explicación que daba en un curso destinado a alumnos de la Licenciatura en Filología Hispánica, de la Universidad de Salamanca, en donde afirmaba que, a diferencia del concepto español, el del otro lado del charco suponía lo negativo y retrógrado, esto era lo que poco o nada tenía que ver con una demarcación territorial o, para efectos normativos, con una jurisdicción administrativa. (¡Qué tiempos aquellos, de verdad, en los que a la distancia veía un país inamovible, superado por sus traumas históricos!)
En la actualidad, la acepción prevalece como muchas quimeras, pero lo cierto es que el México de hace algunos años (tres, cuatro...) ha desaparecido y lo que ahora encontramos, en términos generales, es un país diferente, que manda al exilio a esta clase de acepciones. (¡San Facebook, dile, explícale a la clase política cómo ganaste la madre de todas las batallas!) Hablar, por tanto, de que el DF es el centro del país y lo demás es Cuautitlán no sólo supone descubrir la estrechez de miras de muchos, sino también caer en la cuenta de que el "Ombligo de la Luna" tiene más borra que nunca y que el fascismo a la mexicana —oh fascismo púber— es una invención caduca, que se estrella contra la pared en urbes postnacionales como Ciudad Juárez o Tijuana.

domingo, 3 de julio de 2011

El móvil

No hay nada más terrible que contestar el móvil de repente, cuando nos hayamos —inmersos— en el territorio del (quinto) sueño; vaya, que organizar nuestro pensamiento y difundirlo —de manera clara y rápida— implica varias cuestiones:
  • pensar que hablamos, si podemos, con los interlocutores de un relato interior
  • confundir la voz del móvil —me explico, que sale del móvil— con la de un enemigo connotado, del cual ya nos habíamos olvidado
  • establecer un intento de diálogo en el momento en que desconfíamos del lenguaje
  • comprobar que somos expertos en el manejo de los monosílabos y
  • aceptar que nuestra voz es lo aguardentoso in extremis.
Si de algo sirve la experiencia acumulada de muchos y —como diría el bachiller Fernando de Rojas— "piérdase lo que se perdiere", ignora el politono del móvil, sinónimo de la aversión.

Vacua acción

No se solicitan, se exigen personas relajadas, que reciten —con voluntad— un credo antediluviano, de fácil memoriazción. ("La vida es una gozada es una gozada es una gozada...".) La empresa, desde ya, ofrecerá excelentes prestaciones, amén de un estipendio semanal, digno de celebración.
Así que, trabajador, trabajadora, no descarte acercarse con nosotros, que con gusto lo recibiremos.

Faena

Un primer rostro, de lado; como si estuviera dormido (el ¿sujeto?). Y los demás, en las mismas...: los ojos dilatados, mirando sin mirar; lo de siempre, lo de todos los días, a esa hora: perdidos, extraviados... El primer rostro, con todo, volvió en sí o aparentó volver en sí, y su boca —o algo que se movió— dijo que ya, que ya se podían marchar.
Visto lo visto, la condena consistía en levantarse a oscuras e imaginar que en otros lugares, lejos, muy lejos, la gente se la pasaba bien, sin tener que madrugar y, amén de ello, sin tener que esperar, como era lo habitual.
Pasados los minutos, el rostro y los demás quisieron ponerse en huelga y cerrar —con un mecanismo apresurado— los ojos, los párpados; sin embargo, tal rebelión era imposible, pues sabían las consecuencias de tomar semejante decisión: escuchar el ladrido de los pitos y el fragor de una tormenta sin final.
No hubo, como se entiende, otra alternativa: el rostro se aguantó y los demás también. El primero, el de la motivación, y los otros, los del cadalso.
Mientras, la oscuridad ejercía su poder sobre la ciudad.

sábado, 2 de julio de 2011

Diluvio

Y la lluvia, entonces, se soltó, de repente; y no, no lo podías creer, por lo rápido que crecía: agua por doquier, va, y más agua, como si todo se hubiera cubierto del líquido vital(-mortal). Pero lo peor no fue eso, pues ya sabes, siempre hay cosas que no te esperas, que piensas que sólo le suceden al vecino o a alguien que habita en otro lugar; en fin, eso ocurre..., pero te comentaba: lo peor fue lo de la tubería, lo de la gran tubería, que de repente se reventó, arrojando lo que traía en su interior; más, aventando para arriba —y para abajo— lo que guardaba dentro de sí: la excrecencia.
Cierto, es verdad: la lluvia nos mojaba los cabellos, los cuerpos, pero, sin más, otra lluvia nos bañaba con intensidad; te hablo de la lluvia negra, de las aguas profundas que brotaron así....
Lo peor fue eso, y también ver a los niños mojados y a las mujeres embarazadas como nunca las imaginé: esto es, con el pelo humedecido y el rostro sucio..., vaya..., con el rostro embadurnado de la asquerosidad. Pues era aberrante aquello, en medio de la inundación; ver a las mujeres en semejante estado, con el cuerpo en crecimiento y las ropas estrechas, a punto de caer.
En ese momento, y en otros, la verdad que no sabes qué hacer; sólo te dan ganas de ponerte a mirar a los demás y tomar nota de cómo se las arreglan, de cómo se las apañan para sortear el temporal y limpiarse —muy en particular— el rostro y la boca; y es que las aguas negras, de las tuberías, no cesan, no ceden un ápice...; haz de cuenta que las invocan y se dejan querer.
La lluvia, repito, no paraba; al contrario, crecía con fuerza, alimentándose del chiquero...; dos aguas, pensaba, que se mezclaban con furia, entrelazando sus cuerpos y recorriendo los nuestros, mojados desde la raíz.
Quise, lo juro, desaparecer, por eso cuando vi —a la distancia— el agujero negro, que succionaba las aguas, no lo dudé: corrí o, mas bién nadé, dispuesto a dejarme llevar.

"Ojos eran fugitivos" / Cine 144

Public Enemies (2009), Dir. Michael Mann. Percibo, en el filme, la relación del crimen desde los adentros (y desde los afueras). Atento a los detalles, su director esgrime un texto realista, consistente en plasmar cómo se dan los trueques, y los favores, entre los delincuentes y los que no lo son. Interesante, pues, el resultado, principalmente porque Mann —astuto— hace de la historia una andanada de sucesos intrigantes, que exigen lo mejor de sus recursos. Hablo de lo que sabemos, de lo que ya hemos visto en otras destrezas (Heat —1995— en el pódium): esto es, el manejo soberbio de una cámara móvil, que se mete hasta la cocina; la presentación de un tempo trepidante, que habla de la testosterona del director;  la intesidad con que se desenvuelven sus personajes, casi siempre en el momento de tomar una desición; y la ausencia —para concluir— de un final feliz y/o de cualquier otra bagatela audiovisual. Lo apuntaba: Mann no pierde la perspectiva, no evade lo relevante, por eso su planteamiento es integral. Gran director, que me parece que respeta a los espectadores: Mann es un lobo estepario en el Jardín del Edén.

"Ojos eran fugitivos" / Cine 143

Prizzi's Honor (1985), Dir. John Houston. En este filme, el legendario director indagó en la codificación del hampa de manera soberbia. Baste decir que no sólo refirió —como fue su costumbre— los pormenores de la existencia individual, al verse acorralada: igualmente, delató las escaramuzas de la conciencia grupal, en el momento —¡difícil momento!— de la verdad. Y ello es que tal planteamiento, que en muchos sentidos pudo haberse quedado en el relato sobrio de una tensión (aquella que implica, in extremis, la batalla del héroe, o del antihéroe, consigo mismo y los demás), se enriqueció —sobremanera— por algo que fue característico en el cine de Houston, o por lo menos en sus partes más destacadas: nos referimos al humor; un humor, en este caso, que se reflejó finamente en el complemento irónico de la historia y —faltaba más— en el tratamiento mordaz del valor grupal.
Cine del absurdo, quizá, pero con una calidad sublime, que consigue lo que muchos bodrios a penas prefiguran.